Caso Práctico De Éxito Número 1: Donde Menos Lo Esperas

¡No más soledad! Haz clic aquí para encontrar a alguien que complete tu vida


Si te pareces en algo a mí, las únicas citas que retrasas son las que tienes con el médico, especialmente si se trata del dentista. Sin embargo, aquella vez había decidido no dejarme vencer por el temor y la pereza, y me había prometido a mí mismo que me quitaría de encima cuanto antes aquella obligada visita.



Me citaron un jueves por la tarde, y he de confesar que mi temor se disipó nada más entrar en la consulta y ver a una chica que atrajo inmediatamente toda mi atención. Estaba sentada en un rincón de la sala de espera, lo más alejada posible de una mujer que leía tranquilamente una revista mientras su hijo hiperactivo destrozaba las plantas y hablaba a gritos. 

¡Deja de esperar! El amor está a un clic de distancia.


Decidí sentarme en medio de los “dos frentes” mientras observaba a aquella chica, que miraba continuamente hacia el suelo y tenía las piernas y los brazos cruzados en un evidente gesto de nerviosismo controlado, quizá por temor o quizá por fastidio, ante los escándalos del pequeño gritón desatendido. Tan solo se permitía “cambiar de postura por una un tanto más abierta” para juguetear con sus anillos. No vi ninguna alianza… ¡Bien! –me dije.

Su melena rizada castaña caía en cascada sobre sus hombros, y tenía unos ojos rasgados y oscuros que resaltaban su tez pálida. Vestía un traje de chaqueta, lo cual me hizo pensar que, al igual que yo, había salido del trabajo antes de lo previsto para acudir a su cita médica. Su cuerpo era bien proporcionado ni demasiado delgada ni, por el contrario, obesa. Lo que acentuó mi admiración fue su manera de hablar, que descubrí cuando tuvo que atender una llamada de su móvil. Su voz era dulce y hablaba pausadamente, utilizando palabras cariñosas que, deduje, le regalaba a una compañera de trabajo que no sabía cómo resolver un problema. Me cautivó, por tanto, no sólo su físico, sino también su trato personal.


Aunque no la conocía, todo en ella indicaba que se trataba de una chica dulce, inteligente y atractiva.

"Deja de esperar, encuentra el amor ahora en nuestra plataforma."

Afortunadamente, la madre y el niño entraron primero, algo que agradecí por dos motivos: me quedaba a solas con ella y se respiraba entonces algo más de tranquilidad en la sala. No tardé en iniciar una conversación, pues el tiempo era oro en aquellas circunstancias. Aproveché un intercambio de miradas y me pronuncié:

-  ¿Nerviosa? -pregunté con la mirada tierna...
-  Un poco, sí -esbozó una pequeña sonrisa educada.
-  Pareces dudar en tu respuesta. Creo que en realidad no tienes ningún miedo, lo cual me provoca admiración, pero no sorpresa.
-  ¿Por qué? -abrió los ojos de par en par ante mi lance.
-  Porque las mujeres sois más valientes que los hombres, por mucho que nosotros nos neguemos a reconocerlo. Especialmente en cuestiones médicas se puede decir que los hombres somos bastante cobardes.
-  Bueno, no sé… -se sonrojó. Más por sorpresa ante mi conversación que por incomodidad.

Enarqué una de mis cejas como quien espera la respuesta correcta de un concursante. Ella bajó la mirada y ladeó la cabeza:


-  Sí, es verdad. Un poco exagerados sí que sois percibí su timidez y cierto reparo que decidí espantar.
-  La naturaleza es así. Somos más exagerados, como tú bien dices -le comenté mientras le hacía una seña con la mano abierta y la palma hacia arriba, como un tertuliano que da la razón a su oponente- y también menos inteligentes. Por eso, vivimos menos -agregué sonriendo.
-  Bueno, no creo que sea para tanto, respondió parpadeando y conteniendo una risa sardónica.
-  No. Pero quería hacerte sonreír y lo he conseguido. Y al hacerlo no sólo he conseguido animar esta aburrida sala con tu sonrisa, sino comprobar algo…
-  ¿El qué? -preguntó curiosa.
-  Que tienes los dientes perfectos. ¿No crees que deberías estar disfrutando con alguna amiga de una tarde divertida en lugar de esperar a que el doctor estropee esa dentadura tan poco corriente?

"Comienza a construir tu futuro romántico con nosotros."

Opté por decir “alguna amiga” en lugar de “tu novio”. A veces, cuando se pregunta indirectamente por una pareja, la intención de seducir queda al descubierto.

-  Me gustaría no estar aquí, te lo aseguro –me respondió mientras suspiraba.
-  ¡Vaya, así que tienes miedo! No te preocupes: aún estás a tiempo de escapar. ¿Te has fijado? Esas ventanas no tienen rejas… y no están a mucha altura del suelo -dije susurrando.

Rompió a reír, aunque se contuvo finalmente, cubriéndose la boca con la mano. Descruzó las piernas y pude comprobar que su postura “cerrada” se iba rindiendo para dejar paso a una cierta comodidad. Resolví proseguir con:
-  Haremos algo: yo entretengo a la secretaria -señalé a la pobre chica de la recepción-, que seguro que está jugando un solitario en el ordenador, y tú te escapas. Cuando diga tu nombre, juraré que jamás te he visto y que no había nadie más aquí conmigo, excepto la paciente, madre del niño, que ha asesinado a esa planta.

De nuevo contuvo una carcajada y volvió a cubrirse la boca con la mano, como una niña que teme que la regañen. Después o al momento, guardó unos segundos de silencio y descruzó los brazos, dejando reposar el brazo izquierdo sobre sus rodillas mientras rodeaba con el brazo derecho el bolso, que había dejado en la silla contigua. ¡Bien! –pensé-. He conseguido que se relaje. Y, además, me dedicó, entonces, una mirada confiada.

"Comienza una nueva historia de amor con nuestra plataforma de citas."


-  Gracias pero me temo que tendría que volver de nuevo otro día. Llevo retrasando la visita al dentista más de tres meses -afirmó torciendo la boca en un gesto auto reprobatorio.
-  ¿Tres meses? Yo llevo retrasando la visita desde que se me cayó la última muela. De hecho, creo que el doctor que nos espera es el hijo del que supuestamente debería de haberme atendido entonces.
-  ¡Qué exagerado! -respondió, elevando involuntariamente el tono de su voz.
-  Lo digo totalmente en serio. Hace años que no visito un dentista.
-  ¡Pues tienes suerte!
-  La tenía, sí. Hasta que decidí que era hora de acudir a esta moderna sala de tortura. Y yo que creí que mi dentífrico jamás me traicionaría… tantos años juntos y mira, aquí estoy, no es justo -compuse una expresión de tristeza y suspiré teatralmente.
-  Bueno, no te preocupes, siempre puedes cambiar de marca -contestó, con una mirada pícara y siguiéndome el juego.
-  No sé… soy un hombre fiel. Creo que le daré una segunda oportunidad el absurdo comentario me sirvió para comunicarle tácitamente lo que deseaba que ella supiera: Soy un hombre fiel… y limpio.

Concluí que era el momento de dejar el humor (no se debe tampoco abusar de este útil recurso) y mostrar mi aspecto serio. El ingenio me había servido para conseguir que se relajara y que confiara en mí. Pero debía dar un giro a la conversación y pasar al “ataque” antes de que desapareciera de aquella sala y no la volviera a ver. Callé durante un par de minutos, tiempo que ella respetó, evitando mi mirada. Para mi satisfacción, fue ella quien rompió esta vez el silencio.

-  Estamos esperando más de lo debido, ¿no?
-  Pues sí, la verdad. Entiendo que el doctor tenga muchas obligaciones que atender pero, al menos, deberían avisarnos del retraso.
-  Es que vienes pensando que vas a salir a una hora determinada y al final pierdes toda la tarde -dejó aflorar su enfado.
-  Cuando vas a cualquier médico es mejor no hacer planes. Algunos son puntuales, otros se ven desbordados… en fin, que el resultado es que no puedes prever cuándo vas a terminar -indiqué, con tranquilidad y fingida comprensión.
-  Es verdad.

Aquella incidencia con respecto al retraso de la cita me sirvió para acometer lo que me proponía: Conseguir otra cita muy diferente… una cita con ella.

"Haz realidad tus sueños de encontrar el amor, únete a nosotros."

-  Creo que nuestro amigo Torquemada, el inquisidor, se está entreteniendo con la señora que ha entrado y con su hijo, el pequeño asesino de plantas. Han transcurrido apenas diez minutos, y mucho me temo que aún tenemos media hora por delante.
-  Qué horror -resopló y hundió la barbilla entre sus manos, inclinándose hacia delante y apoyando los codos sobre las rodillas.
-  ¿Sabes qué? Deberíamos aprovechar esta espera de alguna manera. Me he fijado que, justo enfrente, hay una cafetería. Podríamos tomar algo mientras el doctor termina.
-  Te invito a disfrutar de una deliciosa botella de agua -propuse. Otra cosa, al menos hoy, no podemos tomar.
-  No sé -contestó dudando. ¿Y si termina antes de lo previsto y no estamos?
-  Le daré a la secretaria el número de mi móvil. Entenderá perfectamente que no deseemos estar aquí con ese montón de revistas atrasadas como único entretenimiento -argumenté mientras señalaba las publicaciones que había sobre la mesa principal de la sala y esbozaba al mismo tiempo una leve sonrisa.


No quería mostrarme demasiado vehemente ante la idea de invitarla. Quería demostrar y comunicar que el mío era más un gesto de caballero (seductor) que de ligón ocasional.
Antes de que dudara demasiado, y temiera abandonar la sala y rechazar mi propuesta, me dirigí hacia Recepción y le pedí a la desconcertada secretaria que me llamara al móvil cuando el doctor pudiera recibirnos. Regresé con gesto serio a la sala. Ella esperaba intranquila.

"Comienza un camino hacia el amor verdadero con nosotros."

-  Bien -le comuniqué seriamente mientras me sentaba-, le he dado mi número y ha quedado en llamarme cuando esté a punto de terminar con la otra visita. De ese modo, su jefe no tendrá que esperar… aunque se lo merezca. Podemos esperar aquí o podemos evadirnos un poco de este ambiente tétrico en la cafetería.
-  Me miró dubitativa, aunque percibí en sus ojos el deseo de aceptar mi invitación. Parecía una alumna que vacilaba ante la idea de desobedecer las órdenes. Para ahuyentar su incertidumbre, decidí tomar la iniciativa. Me levanté despacio, me ajusté la chaqueta y, manteniendo el silencio, le tendí la mano como si la invitara a bailar. Ella se quedó atónita y, acto seguido, se levantó.


Disfrutamos de una agradable charla en la que nos conocimos un poco mejor, que se prolongó durante poco más de media hora, pero que fue suficiente para que intercambiáramos nuestros números de teléfono. Varios días después, la llamé para invitarla a tomar algo tras el trabajo. Esa fue la cita que inició una serie de encuentros que se fueron prologando hasta convertirse en una relación.


Comprobé así (una vez más) que la seducción no tiene lugar ni momento específico y que hay que recurrir al ingenio y al arrojo cuando la oportunidad se nos presenta: Con convencimiento y caballerosidad.


¿Quieres encontrar a alguien especial? Únete a nuestra comunidad de citas.


No hay comentarios.:

Publicar un comentario