Caso Práctico De Éxito: Una Terapia Indefinida

Regístrate gratis y encuentra a alguien que te haga feliz

Mi afición por el deporte siempre me ha reportado más satisfacciones que disgustos y, afortunadamente, jamás había sufrido ninguna lesión de importancia. Tan sólo algunas magulladuras marcaban mi cuerpo, como pequeñas cicatrices de guerra.


Pero mi buena fortuna no duró para siempre y, por empeñarme en hacer trial en moto y no contentarme con mi ejercicio habitual, sufrí una caída absurda que me provocó una luxación en el hombro y un esguince en el tobillo, aparte de un montón de heridas. Tras la oportuna visita al traumatólogo, decidí acudir a una clínica de fisioterapia para tratarme las lesiones y conseguir que éstas sanaran cuanto antes. No podía permitirme el lujo de estar inactivo.

"¡No más soledad! Encuentra a alguien con quien compartir tu vida aquí."


Un compañero de trabajo me recomendó una buena clínica en la que se habían tratado varios amigos suyos con un resultado más que satisfactorio. El centro se encontraba lejos de mi casa y de mi trabajo y, aunque la distancia me incomodaba, tuve que elegir entre dejarme llevar por mi pereza o curarme cuanto antes, con un resultado lógico y sensato: Acudir al tratamiento a pesar de la distancia.

Varios días después de mi accidente acudí por primera vez a la clínica. Había pedido hora por la tarde, dos días por semana. Una agradable mujer de mediana edad me invitó a sentarme mientras tomaba mis datos y me informó de que mi fisioterapeuta estaba a punto de terminar con su paciente.

Mientras esperaba, imaginé cómo sería mi terapeuta.

Esperaba encontrarme con el típico hombre fornido y bruto, acostumbrado a estirar y manipular los músculos como quien amasa un pan. No me asustaba la idea de sufrir dolor y mucho menos tener que aguantar dichos estiramientos, pero sí he de reconocer que me intimidaba el hecho de tener que ponerme en manos de un desconocido, por muy bueno que fuera en su trabajo.

"¡No más búsquedas infructuosas! Regístrate ahora y encuentra a alguien con quien enamorarte."


Minutos después de mi llegada, vi salir de una de las cabinas a un anciano acompañado de una chica joven. El hombre se dirigió a la recepción para pagar su tratamiento y fijar una cita para otro día, mientras charlaba con la joven. En un principio pensé que la chica era su nieta o, quizá, alguien que le había acompañado y a quien habían permitido entrar. Pero cuando reparé en ella, me di cuenta que iba vestida con el pijama blanco de enfermera. Deduje por tanto y para mi sorpresa que se trataba de una fisioterapeuta y desee que fuera ella quien me tratara y no cualquier otro, ya que en la clínica trabajaban varios.

Era una chica menuda y delgada, con ojos negros y expresivos. Llevaba el pelo oscuro recogido en una larga trenza y tenía unos labios gruesos que invitaban a besarlos. Me cautivó su dulzura, su extraversión y su energía. Trataba con mucho cariño al anciano y escuchaba atentamente sus peroratas. Fue en ese momento cuando comencé a sentir curiosidad. Quería conocerla y, sobre todo, quería ponerme en sus manos.

Consciente de que el anciano quería prolongar su visita más de lo debido y, para que yo no sufriera las consecuencias de la dilación del buen hombre, la recepcionista inició una conversación con él mientras le tendía a la chica mi ficha. Ella leyó rápidamente mis datos, me miró de soslayo y, finalmente, se acercó a mí sonriendo. “Bien, es ella”, pensé.

-    
Hola, ¿Cómo estás? Soy Cristina. En un momento preparo la cabina y puedes entrar ¿de acuerdo?- los ojos le brillaban de una manera especial, como si se alegrara de tener un nuevo paciente.


-     De acuerdo- contesté, devolviéndole la sonrisa.

Se despidió del anciano evitando sutilmente caer presa nuevamente en su charla y, un par de minutos después, me pidió que pasara a la cabina y que me fuera quitando lo prescindible.

Hice lo debido y, cuando ya estaba tumbado en la camilla, tocó varias veces la puerta antes de entrar, dedicándome una amplia sonrisa tranquilizadora y maternal.

-     Bueno, vamos a comenzar. Por lo que veo en la ficha tienes una luxación en el hombro y un esguince en el tobillo. ¿Algún accidente o caída?-preguntó, mientras abría un bote de crema para masaje.

-     Fue una cogida. El toro vino hacia mí, me embistió y me revolcó. Creo que al ver al picador se olió lo que iba a sucederle y lo pagó conmigo. Justamente el día de mi alternativa- suspiré dramáticamente.


Me miró fijamente, quedó paralizada sin saber qué responder. No tardé en borrar el desconcierto de su rostro, consecuencia lógica de mi inesperada respuesta:

-     Estaba bromeando. La verdad es que sufrí un pequeño accidente con la moto, una caída tonta- me miró con gesto reprobatorio, como quien tiene la intención de regañar a un niño.

-     ¿Te duele mucho?- preguntó mientras comenzaba a extender la crema mentolada suavemente por mis piernas.

"¡No más esperar! Únete a nuestra plataforma de citas y encuentra a alguien compatible."


-     Sí, pero soy positivo y hay dos cosas que me tranquilizan:

-     ¿Qué cosas?

-     Sé que he venido al sitio correcto para recuperarme y sé que eres una excelente profesional.

-     ¿Alguien te ha recomendado esta clínica?- preguntó, curiosa ante mi afirmación.

-     Un compañero de trabajo que tiene la espalda hecha polvo. Antes de venir aquí se advertía su presencia a metros de distancia porque le crujían todos los huesos. Ahora trabaja de contorsionista en un circo los fines de semana.

-     ¡Qué exagerado eres!- meneó la cabeza y reprimió una carcajada.

-     Lo digo en serio parecía una caja de música

Durante aquel primer encuentro y los posteriores, mi atracción hacia ella aumentó. Su personalidad era arrolladora y combinaba la eficacia de una buena profesional con la comprensión de alguien que está acostumbrada a tratar el dolor. Se notaba que le gustaba su trabajo y ello, unido a su humor, hizo que las sesiones con ella se convirtieran en un placer para mí. En las citas posteriores nos fuimos conociendo mejor, intercambiamos bromas, nos contamos nuestra vida y establecimos una confianza que decidí que derivara en una relación amorosa y no en un simple trato cordial terapeuta-paciente. Le había sonsacado sutilmente información y sabía que había terminado una relación hacía meses. Por lo tanto, estaba libre… y yo quería que fuera mía.

Después de seis sesiones en las que había conseguido allanar el camino para conseguir mi propósito, decidí conquistarla definitivamente. Me encontraba mucho mejor y sabía que mi tratamiento habría de finalizar tarde o temprano. Aunque sopesé la posibilidad de seguir acudiendo a la clínica y ponerme en sus manos como “mantenimiento”, finalmente opté por terminar las sesiones necesarias, pues mi intención era iniciar una relación con ella… fuera del trabajo.

Conocía su horario y sabía que los jueves yo era su último paciente, de modo que elegí ese día para poner las cartas sobre la mesa y conseguir una cita.

-     ¿Cómo van las molestias?- preguntó canturreando, al entrar en la cabina.

-     Ya casi no las siento, sólo cuando realizo algún movimiento brusco me resiento un poquillo.

-     Es normal, ha pasado poco tiempo. Pero la verdad es que te estás reponiendo rápidamente.


-     Bueno, eso te lo debo a ti. Y, como soy un hombre agradecido, siento que el precio de la terapia no es suficiente para pagar lo que has hecho por mí.

-     Es mi trabajo, no te preocupes- respondió azorada.

-     No me preocupo, al contrario, me alegro. No todo el mundo hace bien su trabajo. Pero bueno, seguro que ya te han dicho muchas veces lo buena profesional que eres.

-     Alguna que otra, sí. Pero no siempre.

-     Ummm ¡Hay que ver! Si lo hubieras hecho mal, sí que te lo habrían dicho.

-     De eso puedes estar seguro. Algunas personas son, como decirlo…

-     ¿Idiotas? Porque hay que ser idiota para malgastar energía en cosas negativas. Yo prefiero admirar lo bueno y, como no, lo bello. Admiro, por tanto, tu forma de trabajar y confieso que te admiro

-     ¿A mí? ¿Por qué? Si soy muy normalita- su sonrojo se incrementó y bajó la cara para ocultarlo-

-     Eres toda una superwoman. Haces bien tu trabajo, un trabajo que, por cierto, se nota que te encanta. Y, además, tienes tiempo para hacer otras cosas y tener una vida plena.



-     ¿Tú crees? No todo es tan fácil

Nuestra conversación se había tornado seria. Me alegré de ello, puesto que quería que conociera todas mis facetas y no sólo al hombre divertido. En anteriores ocasiones habíamos hablado de temas serios, por lo que resolví echar nuevamente mano del humor:

-     Claro que lo creo y claro que no es fácil. Y, como te dije antes, soy un hombre agradecido. Creo que mereces un reconocimiento.

-     ¿Un reconocimiento?

-     ¡Desde luego!. Había pensado en organizar una cena y entregarte una placa, pero luego recapacité y decidí que era preferible posponerlo hasta dentro de unos cuarenta años, cuando ya seas viejecita.

-     ¡Qué cosas tienes, estás loco!- contestó mientras luchaba consigo misma para detener una gran carcajada que le impedía hablar.

-     Pues espera a escuchar la segunda opción

-     A ver, qué se te ha ocurrido- puso lo brazos en jarra y ladeó la cabeza, esperando una nueva bomba humorística.

-     Desechada la idea de la cena pensé en proponer tu beatificación al Vaticano porque hay que ver la paciencia que tienes con algunos. Pero esas cosas llevan muchos años, mucho trámite, muchas misas, ya sabes…

-     Definitivamente, estás loco- esta vez no pudo reprimir una risa contagiosa.

-     Tengo otra opción- afirmé levantando el dedo índice de la mano como un escolar que conoce la respuesta a una pregunta.

-     ¿Otra más? No me asustes que no sé con lo que me vas a sorprender.

-     No te preocupes, esta tercera opción es mucho más razonable.

-     Dispara- respondió mientras estiraba mi tobillo.

-     Bueno, conozco un restaurante italiano muy acogedor en el que la comida es deliciosa y el trato es muy agradable. He estado allí en un par de ocasiones con amigos y, un buen día decidí que sólo volvería a aquel lugar con alguien especial.

-     ¿Crees que soy especial?- abrió los ojos y, sin pestañear, me miró fijamente.

-     La verdad es que no.

Guardé silencio tras pronunciar aquellas palabras y fingí indiferencia. Tuve que aguantar la risa. Mi respuesta la había dejado desarmada y noté que se sentía molesta. No quise prolongar mi malicia y rompí el mutismo.

-     Creo que eres única- sonreí ampliamente para demostrar que le había gastado una broma nuevamente-. No pienso aceptar una respuesta negativa a mi invitación. De hecho, me gustaría disfrutar de una divertida cena contigo, esta noche. Si tienes otros planes lo entenderé- no me contestó.

Interpreté su mudez como un sí dudoso y como un pequeño castigo. La noté tensa, por lo que decidí continuar con mi proposición:

"¡No más soledad! Haz clic aquí para encontrar a alguien que complete tu vida."


-     Es una invitación de un hombre agradecido que quiere celebrar con alguien a quien admira el hecho de haberse restablecido. Y, como no, agradecerte tu ayuda.

Me incorporé en la camilla y toqué su rostro con el reverso de mi mano derecha para pellizcar suavemente su barbilla. No evitó mi roce y me miró a los ojos, sorprendida por mi reacción y algo asustada. La miré con complicidad y ternura:

-     ¿Te he dicho que los postres son deliciosos?- dije, arqueando una de las cejas y abriendo los ojos como un niño ante un escaparate de dulces.

Sonrió de nuevo entendiendo mi ironía y fue entonces cuando me tumbé en la camilla. No tardó en responderme:

-     Los postres engordan mucho y tengo que cuidarmepercibí que disimulaba cierta ansiedad.

-     Tú no necesitas reprimirte ante los postres. Y te aseguro que los que disfrutarás no engordan.

Aquella noche cenamos juntos, tomamos una copa y la acompañé hasta su casa. Nos vimos una vez más fuera de la clínica, ya que quedamos para comer nuevamente en el restaurante al que la había llevado. Terminé mi tratamiento con ella una semana después y, después, comenzamos a vernos más. Fue así como Cristina y yo comenzamos una relación amorosa que, como no, se convirtió en una placentera terapia indefinidida.
¿Quieres encontrar a alguien especial? Únete a nuestra comunidad de citas.



No hay comentarios.:

Publicar un comentario