El papel del atractivo físico en el proceso de seducción: Una aclaración definitiva.


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Aclaremos esto desde el principio: tanto si eres una mujer como si eres un hombre, no hay ninguna duda de que ser físicamente atractivo es una ventaja inicial muy importante a la hora de ligar, y no deberías confiar en nadie que te dijera lo contrario: o te está mintiendo deliberadamente, o ha vivido encerrado en el interior de una cueva durante toda su vida. No sabría decirte qué es peor.

Ser guapo es una ventaja. Por supuesto que sí. Inmerecida o no, lo es.

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Dicho esto, es cierto que los hombres concedemos más importancia a la belleza física que las mujeres, pero eso no significa que ellas la obvien totalmente. Por supuesto que la valoran. De hecho, cada día más.

¿O es que acaso no te has dado cuenta de cómo las chicas prestan de manera espontánea mucha más atención, por ejemplo, a ese chico alto, moreno y de llamativos ojos verdes, de la que inicialmente le concederían a cualquier otro tipo de aspecto meramente convencional?

Seguro que lo has notado. Tendrías que estar ciego para no haberte dado cuenta.

Por lo que a mí respecta, siendo como soy: un tipo de aspecto físico escasamente destacable, esa sensación de salir en la carrera siempre por detrás de quienes son más atractivos que yo, me ocurre un día sí; otro, también. De lunes a domingo.

No estoy bobo. Me doy perfecta cuenta de que algunos de mis amigos tienen que hacer bien poco para que las mujeres se interesen por ellos de forma espontánea. Su complexión fuerte y musculosa, su sonrisa desarmante, su elevada estatura, o lo que quiera que sea que destaque en ellos, les simplifica enormemente el proceso.

Suelo decir que, en el sorteo de la lotería genética, les tocó un décimo ganador. A mí, no. Lo sé y lo asumo.


Una bendición disfrazada de adversidad.

Ahora bien. ¿Crees que dejo que eso se interponga en mi camino? ¿Crees que el saber que físicamente soy un tipo del montón me ha hecho agachar la cabeza y exhibir una actitud de víctima?

¡Ni lo sueñes!

Es más bien todo lo contrario.

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Creo con firmeza que el hecho de que me sepa convencional en esta faceta concreta es lo mejor que me ha ocurrido en la vida: una bendición hábilmente disfrazada de contratiempo. ¡Rotundamente lo creo!

En mi cabeza, además, hay pocas dudas al respecto. Pienso que si hubiera sido físicamente mucho más atractivo de lo que soy, nunca hubiera llegado tan lejos. Nunca jamás me hubiera llegado a convertir en la persona que ahora soy. Paradójicamente, creo con igual vehemencia que, con un cuerpo y una cara más apetecibles o sugerentes para las mujeres, nunca jamás hubiera tenido tanto éxito con ellas como el que he tenido siendo como soy.

Parece una afirmación totalmente carente de sentido. Y, sin embargo, no lo es.


Déjame explicártelo.


Si hubiera sido un Adonis, si hubiera tenido todo a mi favor desde el principio, nunca hubiera desarrollado mi carácter hasta el punto que lo he hecho, y nunca en mi vida hubiera aprendido todas las cosas que ahora sé sobre las mujeres.
Sé que siendo guapo no hubiera aprovechado más que una pequeña parte de mi potencial. Me hubiera sacrificado mucho menos y no hubiera llegado tan lejos como he llegado.

Ha sido mi completa convicción de que sólo era un tipo del montón (y mi voluntad de demostrarme a mí mismo y a todos los demás que aún así podía ser un extraordinario seductor de mujeres) lo que me ha espoleado a perseguir mi éxito con una tozudez y un nivel de dedicación, casi enfermizos, contra el que pocos pueden competir.

Cuando me llegaron los primeros y amargos fracasos con las mujeres, hice lo que siempre hago cuando me estrello contra un muro que quiero traspasar: recabar toda la información que pude sobre el tema, diseccionarlo hasta comprender sus entresijos y mecanismos invisibles, y contraatacar vehementemente, con toda la fuerza de la que soy capaz.

Leí y aprendí todo lo que pude sobre las mujeres, y luego salí a ponerlo en práctica al mundo real.

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¿Fue duro?, ¿fue difícil? Puedes apostar a que sí.


Al principio, tuve muchos más fracasos que aciertos, cometí todos los errores que humanamente se pueden cometer con las mujeres, y recibí más negativas en un par de años de las que la mayoría de hombres reciben en toda su vida.

Sin embargo, poco a poco, gradualmente, todo empezó a encajar. Le cogí el pulso al asunto y las cosas cobraron sentido pleno para mí.

Estaba desenvolviéndome con las mujeres mejor de lo que nunca había hecho. Era capaz de provocar interés y atracción en la mayor parte de las que me proponía hacerlo, con una eficacia, además, que hasta ese momento creía simple y llanamente imposible.

Tenía poder sobre las mujeres, más del que nunca antes había sentido. Y no creo que haga falta que te diga que ésa es una sensación maravillosa.

Cuando uno ha peleado tanto, cuando ha luchado con tanta furia y obstinación por conseguir algo que deseaba con locura, verse de repente cruzando la línea de meta es una sensación indescriptible, que hace que se te humedezcan los ojos de alegría.

Por qué te cuento todo esto. Y ¿qué tiene esto que ver contigo?
Todo.

Si eres atractivo, si eres de los que derrite a las mujeres con tan solo una mirada, entonces, enhorabuena, aprovecha lo que tienes. Úsalo.

Pero si no eres particularmente atractivo, no dejes que eso te amilane. Lucha. Pelea. Desarrolla tu carácter y llegarás hasta cotas que ni siquiera creías posibles.

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