No sé a ti, pero a mi las bodas me deprimen. Tanta cantidad de gente pasándoselo genial para celebrar el inicio de la tortura de una joven pareja, me parece deprimente.
Pero si hay un tipo de boda que
puedo soportar es la boda de un amigo. Por lo menos no tienes que hacer como
que te acuerdas de no se que pariente que no has visto en tu vida.
El hecho es que era un domingo
cualquiera de junio y yo estaba de boda. Se casaba mi amigo Joaquín, uno de mis
mejores amigos de la infancia. De esos con los que compartes todos los
secretos.
Sin embargo, de un tiempo a esta
parte nos habíamos distanciado. Él se había refugiado en su novia y yo, bueno,
digamos que yo seguía a lo mío.
La ceremonia empezaba a las seis
de la tarde, como es de rigor. Mis colegas y yo decidimos celebrar el ritual
católico en el bar de la esquina, así que hacia allí nos dirigimos a brindar
con cerveza en lugar de con la sangre de cristo.
Al final del ritual religioso,
tuvimos la delicadeza de acercarnos a la puerta de la iglesia para ver salir a
los invitados. Otro ritual absurdo. Es como si todo el mundo estuviera
analizando la ropa de los demás, para calibrar el éxito que está teniendo en la
vida, en función de la ropa que viste en la boda de alguien que, seguramente,
no conoce lo suficiente.
De repente, entre la rutinaria
muchedumbre me fijé en una chica morena, de rasgos marcados, que se encontraba
un poco apartada, junto a un par de amigas. Entre ellas no parecía haber mucha
conversación, y daban toda la impresión de estar aburriéndose.
¡Conoce a tu pareja perfecta con nuestro único sistema de búsqueda!
Me llamó la atención porque no
llevaba el típico vestido hortera y porque su cara era realmente hermosa. No se
podía decir que tuviera la perfección en sus formas, pero sí que poseía algo
que no sabía lo que era, pero que me atraía realmente.
Conocía a todas las amigas de Joaquín, y, prácticamente a
todas su familiares femeninas, así que me imaginé que tendría que ser una amiga
de la novia. Entonces, me dirigí a Alex, un amigo, que tenía mucha relación con
ella:
Oye, Alex, quien es aquella
morena con el vestido morado.
¿Quién? ¡Ah! ¡Ya! Se llama Jessica, y es compañera de
trabajo de Alicia.
¿Y las que están con ella?
También son compañeras de trabajo.
Ya tenía la información que necesitaba. Sabía su nombre y
estaba seguro que a lo largo de la velada no tendría mucha gente con la que
hablar, así que el camino estaría libre para mí.
El banquete, como no podía ser de otra manera, fue
absolutamente típico. Con la entrada de los novios al son de la marcha nupcial,
con toda la gente en pie aplaudiendo, con el exceso de platos incomestibles,
con los acostumbrados borrachos gritando por doquier, y como no la ceremonia de
entrega de dinero a los novios.
Al final del mismo, comprobé como
Alicia, la novia, comenzaba a ir mesa por mesa a entregar los regalos a las
mujeres, y vi mi oportunidad.
Me acerqué a ella y me hice con
uno de esos regalos, con alguna excusa que ya no recuerdo. Y, sin dudarlo un
instante, me dirigí hacia Jessica.
Lo hice andando con seguridad,
demostrando que no estaba titubeando, que estaba seguro de mi mismo. Eché mano
de mi mejor sonrisa, y me senté en una silla que estaba vacía junto a ella:
-Hola.
-Hola.
-Hola.
Verás, resulta que la novia me ha hecho un encargo muy especial.
¿Y cuál es?
¡Descubre tu alma gemela con nuestra herramienta de búsqueda!
Tengo que entregar el primer regalo de la noche a la mujer más hermosa de la boda.
¿Y ya has elegido?
Como comprenderás, esa no es una
elección que pueda hacer yo solo, ya que, entonces, mi decisión se vería
influenciada por mis gustos.
Y, ¿entonces?
He creado una especie de comité
de sabios. ¿Ves aquel grupo de borrachos que nos miran embobados?
Sí.
Bueno, pues ellos son mis amigos,
y entre todos hemos realizado una votación muy científica y hemos obtenido una
conclusión.
¿Y cuál es esa conclusión?
Hemos decidido que la mujer más hermosa de la boda eres tú, y, por tanto, te hago entrega del regalo en primer lugar.
(Sonrisa) Muchas gracias. No
estoy muy de acuerdo en la elección, pero aún así te lo agradezco.
No me lo agradezcas a mí, esto ha
sido una decisión del comité de sabios.
(Inclinando la cabeza a mi grupo de amigos) Se lo agradezco
a ellos, pues.
Bueno, la verdad, es que he
amañado un poco la votación, pero no se lo digas a nadie.
¿Y cómo lo has hecho?
Muy simple, ves aquel chico de gafas, pues bien, él quería
que ganara la dama de honor, porque es su novia, pero claro, no hay color, tú
eres mucho más hermosa, así que he echado mano de mis influencias.
Mientras hablaba conmigo cruzó
sus brazos, lo que yo entendí como una señal negativa, tenía que hacer algo
para evitarlo. Así que adopté una posición algo más cómoda en la silla.
Respondiendo a su respuesta negativa con otra positiva.
Ella pareció reaccionar, porque
tras ese movimiento, descruzó sus brazos y se mostró más receptiva.
Y bien, Jessica, cuéntame a que
te dedicas.
¿Y cómo es que sabes mi nombre?
Es uno de mis cometidos como
Presidente del Comité de Sabios.
Entonces, ¿también sabrás a qué me dedico?
Sí, lo sé, pero no sé si te gusta hacerlo, o no. Si te ves
allí los próximos cinco años o si tienes sueños que puedas compartir conmigo.
Respecto a los que no puedes compartir conmigo ahora, no te preocupes, ya lo
harás más adelante.
¡Vaya! Te veo muy seguro de ti
mismo.
Simplemente, confío en mi buen ojo. Y éste me dice que eres
una chica muy especial.
Ella se había soltado
definitivamente. Se le notaba más cómoda y sonreía con mayor soltura. Además,
de vez en cuando me tocaba el brazo mientras hablaba o como respuesta a algún
comentario mío.
He oído que eres de Salamanca.
Así es.
¿Sabes? Yo estudié allí, me
encantó, fueron los mejores 5 años de mi vida.
¡Vaya! Que casualidad, y que es
lo que más te gustó de allí.
La vida que tiene. Salamanca es
una ciudad viva.
Estoy de acuerdo. Seguramente sea
por los estudiantes que venís de fuera, que le dais vidilla a la ciudad.
También la gente de allí. No sé, los de Salamanca soy gente
noble, sin maldad.
Seguimos hablando durante más de
dos horas, mientras la orquesta contratada para la ocasión maltrataba algún que
otro clásico.
Mis amigos y sus amigas, al igual
que toda la gente del banquete, hacían como que bailaban entre copa y copa, y
el ambiente se estaba cargando de borrachos de todo tipo.
Desde el primer momento había
sentido la atracción en ella. Sus gestos, sus miradas y sus sonrisas me decían
que se sentía atraída por mí.
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Por otro lado, nuestra larga
conversación me había servido para conseguir que ella se sintiera cómoda.
Conversaba conmigo como lo haría con un amigo.
Ahora, sin duda, era el momento de dar el paso definitivo,
de crear el ambiente adecuado para pasar a la acción.
¿Sabes? Cuando acabe todo esto,
hemos quedado todos en “Garamond”. ¿La conoces?
He oído hablar de ella, pero nunca he estado.
Bueno, pues esta noche es tu
oportunidad.
No sé, no conozco a nadie, me
sentiría fuera de lugar.
Ahora me conoces a mí.
Aún así. Tú te irías con tus
amigos y yo me quedaría sola.
Puedes estar segura que si tú
estás allí, te prestaría toda mi atención.
No, creo que no voy a ir.
Parecía que mi primer
acercamiento estaba siendo rechazado, así que debía de cambiar de estrategia.
Necesitaba saber si su negativa era por mí, o por la situación en la que se
encontraría en un lugar donde no conocería a nadie.
¡Espera! Tengo la solución.
Adelante.
Verás, “Garamond” a esta hora ya
está abierta. La abren para los últimos cafés y para las primeras copas.
Entonces, ¿qué te parece si nos vamos tú y yo ahora mismo y nos tomamos el
último café y la primera copa, antes de que todo el mundo comience a llegar?
¿Y tus amigos?
Se las sabrán arreglar ellos
solos.
Entonces, me parece bien. Deja que me despida y nos vamos.
Ella se despidió de sus amigas,
pero yo preferí no hacerlo de los míos, para evitar interferencias. Nos
encontramos en la puerta del restaurante y nos marchamos a “Garamond”.
Allí, continuamos nuestra
conversación, que se fue tornando más íntima cada vez, hasta que en un momento
cualquiera pasó lo que tenía que pasar.
Comenzamos
nuestra relación aquel día, y aún hoy recordamos la boda de Joaquín y Alicia
como nuestro primer encuentro.
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