Caso Práctico De Éxito: El Taxi


Odio las Nocheviejas. Es una fiesta que me deprime, el simple hecho de que todo el mundo se lo tenga que pasar “súper bien” me provoca un bajón irremediable.



Sin embargo, cada Nochevieja salgo de fiesta. No se la razón, porque cada año me prometo a mi mismo que al año siguiente no saldré, pero siempre rompo mis promesas.

Bueno, el hecho es que era Nochevieja y me habían invitado a una fiesta privada en casa de un amigo mío. Un tipo rústico y soez, al que no apreciaba en absoluto, pero, ¿qué le vamos a hacer? Era mi único plan para esa noche.

Soy un tipo previsor, así que reservé un taxi con un par de días de antelación, sabiendo que encontrar un taxi esa noche es pura utopía.

El taxi llegó a su hora. Su conductor era un hombre de unos cincuenta años, con bigote pasado de moda y de conversación fácil. Así que comenzamos a hablar. El tráfico estaba colapsado y apenas avanzábamos. Estábamos bloqueados entre un camión de mudanzas y un Clio color bermellón.

Y, entonces, la vi. Era una chica que no tendría más de 25 años. Su cuerpo tenía buenas formas y su rostro era hermoso. Sus facciones carecían de la perfección propia de las modelos, pero al contemplar el conjunto se comprobaba una hermosura única. Estaba intentando conseguir un taxi.

Por alguna extraña razón que todavía hoy no comprendo, decidí bajar la ventanilla del coche y dirigirme a ella.

-  Perdona, ¿te gustaría compartir el taxi?

Ella me miró sorprendida por la proposición. Después, dudó con cierto temor y finalmente negó con la cabeza.

- No te preocupes, no soy un tipo peligroso. Solo alguien a quien han invitado a una fiesta a la que no pertenece y que no quiere llegar demasiado temprano.

Su rostro reflejaba el frío del ambiente y la desesperación del que lleva mucho tiempo esperando. Volvió a dudar y finalmente accedió a entrar en el taxi. Cuando empezó a hablarme comprobé que la dulzura de su voz solo se podía comparar al dulce de leche argentino.




Muchas gracias. Me has salvado la vida. ¡Es imposible encontrar un taxi esta noche!

-  Cierto. Bueno, ¿dónde quieres que te deje?

- No, vayamos primero a donde te dirigías y luego ya me quedo yo con el taxi.

- No quiero llegar temprano a la fiesta, así que cualquier excusa me vale. ¿Dónde vamos?

Ella le dio la dirección al taxista con una sonrisa en sus labios. Era una sonrisa sincera y realmente preciosa. Después se dirigió a mí.

- Pero entonces me tienes que dejar pagar la carrera a mí, la mía y la tuya.

-  No, mejor hagamos otra cosa. Tú pagas hasta tu destino y luego ya pagaré yo el resto del viaje.

-  Está bien, me parece justo.


Así conseguía mantener el equilibrio en nuestra relación. No quería que ella sintiera que me debía algo, porque aquello podría provocar un sentimiento negativo en ella, que no me interesaba en absoluto. Intenté sacar un tema de conversación.

-  Bueno, cuéntame, ¿eres de Madrid?

- No, la verdad es que soy de Salamanca. Me acabo de mudar hace un par de meses.

- ¡Salamanca! Me encanta. Es una ciudad que me tiene encantado. Procuro ir un par de veces al año para desintoxicarme de la gran urbe.

- Sí, yo también la encuentro encantadora, aunque a lo mejor es porque soy de allí.

- En absoluto, Salamanca es encantadora porque sí. Pasear por sus calles es como andar por el paraíso. Alguna que otra vez me he planteado el mudarme allí, pero, en el fondo, me falta valor. ¿Y qué se te ha perdido por Madrid? 

¿Algún amor desenfrenado?


No, que va, ¡ojalá! Trabajo, simple y llanamente. El problema de Salamanca es que apenas hay trabajo, y el que hay es de poca calidad, así que nos toca emigrar.

En apenas unas frases, ya había conseguido obtener la información que necesitaba. ¡No tenía novio! Además, utilizando el truco de los nudos conversacionales estaba consiguiendo mantener viva nuestra conversación.

-  Sí eso había oído. ¿Y en qué trabajas?

-  De recepcionista en un hotel. No es gran cosa, pero me encanta mi trabajo, adoro el trabajar en los hoteles.

-  ¡Vaya! Eso está muy bien. Mi trabajo también está relacionado con el turismo, tengo una Agencia de Viajes. Como ves, somos almas gemelas.


-  Sí, y el destino ha hecho que nos encontremos esta noche (carcajada).

-  (Carcajada)


Parecía que el tráfico iba mejorando, ya que el taxi comenzaba a avanzar. Hasta ese momento estaba haciendo un muy buen trabajo con ella. Nuestra conversación era fluida y estaba consiguiendo mostrarme como alguien parecido a ella. La estructura de mi conversación funcionaba. Mi plan estaba dando resultado. Era el momento para un cumplido.


- ¡Vaya! Yo que creía que esta noche iba a ser aburrida como casi todas las nocheviejas, y voy y te encuentro. Menos mal que te has subido al taxi. Ahora, al menos ya tengo algo bueno que recordar en esta noche.

- Eres muy amable, yo también estoy contenta de haberme subido al taxi. Al principio tenía mis dudas, pero ahora no me arrepiento.

Sus ojos eran de color verde oliva y de una profundidad sin fin, que hacían que me quedara mirándola embobado mientras me hablaba. Sin embargo, tenía que guardar mi compostura, no era un seductor aficionado, no, yo tenía un plan, y tenía que seguir con él.

-  (Ella miró su reloj) ¿Llegas tarde?

-  Sí, un poco. El tiempo que he estado esperando el taxi me ha retrasado bastante.

Que suerte tener prisa para llegar. Yo, sin embargo, estoy deseando que pillemos otro atasco. ¿Has quedado con alguna amiga?


- Bueno, algo parecido. Realmente, no la conozco mucho, pero nuestros padres eran amigos de niños, y ella se siente como un poco obligada de invitarme. Es maja y todo eso, pero creo que no conectamos demasiado.


- Te entiendo. Cuando me llegué a Madrid por primera vez me pasó lo mismo con un primo mío. Nunca había coincidido con él, pero solo porque éramos primos se sentía obligado de llamarme todos los días para salir y la verdad es que no teníamos nada en común.


- Exacto, eso es exactamente lo que me pasa a mí. Por un lado me siento obligada a sentirme agradecida a ella por las molestias que se está tomando, pero por otro pienso, ¡qué diablos!, ¡para estar a disgusto me quedo en casa!- Eso mismo pensaba yo.

El frío de la calle se filtraba por las ventanillas completamente cerradas. En la radio del taxi se escuchaba “Princesa”, de Sabina.

- ¿Y tienes pensado quedarte mucho por Madrid?

- Pues no lo sé todavía. Digamos que estoy probando la ciudad. De momento el trabajo me va bien, pero en lo personal… Bueno, no quiero aburrirte.

-  Descuida, no me aburres.

- Bueno, en lo personal me siento un poco vacía. Todavía no he conocido a nadie, no he hecho ninguna amiga o amigo de verdad. Supongo que es cuestión de tiempo, pero por ahora lo estoy pasando algo mal.


-  Madrid es una ciudad acogedora pero a la que le cuesta abrirse. Si vienes para un día te lo pasarás genial porque todo el mundo te abrirá sus puertas, pero si te quedas por más tiempo es complicado intimar más con ellos.

-  Exacto, eso es justo lo que pienso.

Te entiendo perfectamente, porque a mí también me pasó. Con el tiempo te acostumbrarás y acabarás haciendo amistades.

-  Eso espero.

- Seguro que sí, y, además con tu carácter te puedo asegurar que no tendrás problema.

-  Gracias por el cumplido.

-  No era un cumplido, es la verdad.

-   (Sonrisa).

El taxi tomo una calle diminuta y al llegar al final de la misma se detuvo. Entonces, el taxista se giró y le dijo “hemos llegado, señorita”.

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Ese era el momento para actuar. Tenía que hacer algo. Ella me gustaba y creía que yo también le gustaba a ella. No en vano había utilizado mis mejores trucos para conseguirlo.

Así que decidí intentarlo.
-  ¿Sabes lo que estoy pensando?

-   Dime.

-  No, olvídalo, pensarás que es una locura.

- No, no, dime.

- Verás, durante el trayecto lo he pasado muy bien hablando contigo, y me preguntaba…
-     ¿Qué te preguntabas?

-  … Bueno, yo voy a una fiesta a la que no me apetece en absoluto ir. Y por lo que me has contado tú no estás especialmente interesada en acudir a la fiesta de tu amiga, y había pensado que… ¿por qué no mandamos todo a paseo y nos vamos tú y yo a tomar algo por ahí? Conozco un bar que abre esta noche. El ambiente es muy agradable y ponen música elegante.

-  No sé, la verdad.

¡Venga! ¿Qué tienes que perder? Estar cinco horas en una fiesta muerta de aburrimiento. Creo que hemos conectado durante este viaje, y me gustaría conocerte un poco mejor.

-  Pero, mi amiga…

- Tu amiga lo comprenderá, en cuanto le digas la razón.

- ¿Sabes qué?

-  ¿Qué?

- Que tienes toda la razón. También creo que hemos conectado, y no es fácil encontrar alguien con el que conectar. ¡Vámonos!

Mi plan había funcionado. Mi conversación bien dirigida había dado sus frutos.

Nos dirigimos al bar del que le había hablado. Allí pasamos toda la noche hablando, riendo, bailando, y pasándolo genial. Fue, sin duda, una Nochevieja que recordar.

Al día siguiente quedamos para tomar un café, al siguiente para ir al cine.
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